sábado, 7 de diciembre de 2013

Poesía-Madre

Sólo el amor de una madre

Sólo el amor de una Madre apoyará,
cuando todo el mundo deja de hacerlo.

Sólo el amor de una Madre confiará,
cuando nadie otro cree.

Sólo el amor de una Madre perdonará,
cuando ninguno otro entenderá.

Sólo el amor de una Madre honrará,
no importa en qué pruebas haz estado.

Sólo el amor de una Madre resistirá,
por cualquier tiempo de prueba.

No hay ningún otro amor terrenal,
más grande que el de una Madre.
Por: KE/ NetJoven

Carta

Carta a mi madre
Miguel Ángel Menéndez Reyes
(¡Gracias Fer!)
Diciembre de 1926
Madrecita linda:
Todos mis cariños se dispersan,y todos mis rosales se deshojan,
y todas las fragancias se me alejan.
Sólo me quedas tú, piadosa y blanca,
como nombre de amor entre mis quejas,

como hilo de agua en el desierto,
como rosa de luz entre la selva…
Eres igual a un árbol cuya fronda
llena de nidos nos protege y canta.
Madrecita linda:
Tus lágrimas se han vuelto gemas;
deja que las engarce yo

en el hilo de oro de un poema
y hacer así un collar para tu amor.
Infancia:
El delantal atado a tus caderas,
tus manos espumosas de jabón

jabonando mi pecho de manera
que lavabas el propio corazón.
Corazón de muchacho pendenciero
que odiaba a cura y sacristán, y quiso

hacer de ellos aves de mal agüero

sin maternal permiso,
ganado seis azotes en el cuero.
¡Madrecita linda!…
¡Si te quiero mucho!…
¡No me pegues más!…
¡Muchachito lindo!…¡Yo también te quiero!…
¡Déjame pegar!…
Y el diálogo a voces:
una de amenaza, otra de rogar,
terminaba siempre con beso y promesa
de eterna humildad.
¡Aroma de maíz recién molido!…el humo de las viandas… ¡Mesa puesta!…
Mi madre tiene corazón de nido
y en él dormí, para soñar, la siesta.
Los pájaros, el agua, la lejía,la ropa a componer, todo tenía
en su rutina gris una alegría…
Con el oro del sol que se ponía
troquelamos monedas deslumbrantes,
y en platino de luna que caía
montamos los diamantes

de tus mejores besos, madre mía,

dulce como la miel de los panales
y buena como el pan de cada día.
Tus manos eran hadas, nos vestían.
Tu plegaria era luz: nos alumbraba.
Y música tus besos: nos dormían
al calor del amor con que besaban.

Caricias

Caricias
Gabriela Mistral
Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar…
Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar…
Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar…
El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.
Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar…

domingo, 21 de julio de 2013

Infancia


“Si los niños viven con la crítica, aprenden a condenar.
Si los niños viven con hostilidad, aprenden a luchar.
Si los niños viven con miedo, aprenden a ser aprensivos.
Si los niños viven con lástima, aprenden a sentir lástima por ellos mismos.
Si los niños viven con ridículo, aprenden a sentir timidez.
Si los niños viven con celos, aprenden a sentir envidia.
Si los niños viven con la vergüenza, aprenden a sentirse culpable.
Pero si los niños viven con ánimo, aprenden la confianza.
Si los niños viven con tolerancia, aprenden la paciencia.
Si los niños viven con elogios, aprenden reconocimiento.
Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar.
Si los niños viven con reconocimiento, aprenden que es bueno tener una meta.
Si los niños viven con el intercambio, aprenden la generosidad.
Si los niños viven con honestidad, aprenden veracidad.
Si los niños viven con imparcialidad, aprenden la justicia.
Si los niños viven con amabilidad y consideración, aprenden el respeto.
Si los niños viven con seguridad, aprenden a tener fe en sí mismos y en los demás.
Si los niños viven con amistad, aprenden que el mundo es un lugar agradable en el que vivir”.
 
Dorothy Nolte

martes, 23 de abril de 2013

Cuando Asedien Tu Faz Cuarenta Inviernos


Cuando Asedien Tu Faz Cuarenta Inviernos

Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos
y ahonden surcos en tu prado hermoso,
tu juventud, altiva vestidura,
será un andrajo que no mira nadie.

Y si por tu belleza preguntaran,
tesoro de tu tiempo apasionado,
decir que yace en tus sumidos ojos
dará motivo a escarnios o falsías.

¡Cuánto más te alabaran en su empleo
si respondieras : - « Este grácil hijo
mi deuda salda y mi vejez excusa »,

pues su beldad sería tu legado!
Pudieras, renaciendo en la vejez,
ver cálida tu sangre que se enfría.

William Shakespeare